El Intruso

Comenzaba � clarear el d�a cuando despert� el doctor Aresti, sinti�ndose empujado en un hombro. Lo primero que vi� fu� el rostro de manzana seca, verdoso y arrugado de Katali�, su ama de llaves, y los dos cuernos del pa�uelo que llevaba la vieja arrollado � las sienes. -Don Luis… despierte. Muerto hay en el […]